EL AZOTE DE LA BURBUJA

El presente escrito no pretende ser una erudición de lo acontecido, que por tal, ya figura en los libros de Estructura e Historia Económicas. Simplemente presento unas reflexiones ante las barbaridades intelectuales que se divulgan por parte de los gobernantes, economistas políticamente correctos, y demás aves de corral.

Los ciclos económicos han sido objeto de estudio por parte de grandes economistas a lo largo de la historia. Se han clasificado los ciclos por su duración, su naturaleza, etc, etc. Se ha considerado que se producían por desajustes entre la oferta y la demanda en la economía productiva, e incluso entre la economía real y la financiera. Los precios de los bienes se entendía eran el punto de equilibrio que armonizaba o estabilizaba el sistema económico.
Dentro del desarrollo normal de los ciclos económicos a lo largo de la historia, aparecen unos fenómenos especiales que por su virulencia y proporciones constituyen un caso aparte. Es el caso de las llamadas Burbujas, que por citar las últimas, diremos el Crack de 1.929, las crisis de Asia y Japón, y la actual crisis del 2.008 de las hipotecas basura, incluida España.
Todas las burbujas presentan el mismo funcionamiento, lo que cambia es el objeto que las motiva. Así en la crisis del veintinueve fue la especulación bursátil, en la asiática fue la especulativa sobrevaloración de activos y la tremenda deuda exterior americana en la zona, y en la crisis del 2.008 las hipotecas basura y la tremenda especulación sobre los inmuebles. En cualquier caso y siempre, ha sido fundamentalmente la especulación desaforada la que ha producido la Burbuja, aunque haya habido también otros componentes aledaños que han agravado el proceso.
El proceso ha sido siempre el mismo y muy simple. Una desmedida demanda de crédito por parte del público atendida indiscriminadamente por la banca que llegado un momento, se encuentra con dificultades de tesorería ante el incumplimiento de pago por parte del acreditado. Los créditos se pedían para comprar acciones, inmuebles, u otros productos lo más pintorescos que imaginar se pueda, y que se revalorizaban fantásticamente, y que los bancos, también ciegos por el negocio, se aprestaban al crédito fácil. Llegado un momento, por un factor externo al crediticio, como puede ser la subida de los tipos de interés, o bien problemas de superproducción y por ello de desempleo, etc, etc, se produce un movimiento de impagos y de pánico, que hace que se produzca una debacle en el sistema financiero que inmediatamente se traslada a la economía productiva, esto es, a la economía real. A continuación comienza a funcionar un círculo infernal de deflación, y en los tiempos modernos de estanflación.
Pintorescamente ésto, es lo que ha ocurrido en todas las burbujas, lo único que ha cambiado ha sido el objeto de la especulación.
Conocer las medidas de política económica que se han adoptado por parte de los gobiernos para combatir las burbujas es muy sencillo, es cosa de manual, sólo basta saber leer y molestarse en hacerlo.
Hasta el año 1.936, todos los gobiernos del mundo, han mantenido las mismas Políticas Económicas para combatir las crisis que suponían las Burbujas desestabilizadoras. Las primeras soluciones que adoptaron casi todos los países ante la crisis fueron las recetas del liberalismo clásico:
-Reducción del gasto público
-Restricción de los créditos
-Disminución de los gastos sociales y salarios
-Disminución de las importaciones
La clave era actuar sobre la oferta monetaria, promoviendo una disminución de su volumen. Las políticas liberales fracasaron y generaron aún más paro y recesión, Gran Bretaña mantuvo esta política económica hasta 1931, EE.UU. hasta 1933 y Francia hasta 1936.
A partir de 1.936, siguiendo a Keynes, según su Teoría general, se decide que la ortodoxia estaba equivocada, y sólo la intervención de los gobiernos estimulando la inversión y la demanda, se podía generar crecimiento económico y empleo. La idea clave reside en la intervención del Estado en la economía con la finalidad de compensar los desajustes de la economía de mercado. Para ello, el Estado debía estimular la inversión y el empleo recurriendo para ello al déficit presupuestario. Ello incluía también la inversión directa en obra pública y en los sectores con mayor impacto sobre empleo y demanda. Había que impulsar el consumo elevando el poder adquisitivo de la población, para ello había que proteger las rentas más pobres.
Estas ideas inspiraron la política económica de la mayor parte de los países democráticos, mediante las siguientes medidas:
-Ayuda a los bancos mediante una participación de capital.
-Aumento de los salarios industriales.
-Grandes inversiones en obras públicas.
-Medidas de protección social asegurando el poder adquisitivo de la población para
aumentar el consumo.
-Otras medidas procurando una inflación que estimulara la economía.
En cualquier caso, los paises tardaron décadas en recuperarse de las consecuencias de las burbujas y todavía se discute si los países asiaticos se han recuperado totalmente de su Burbuja. Lo que sí se sabe es la penuria y miserias que acompañaron a la población mientras duró la recesión.
Este esquema de Política Económica funciona hasta la década de los 70, en que por la crisis del petróleo y la irrupción en el mercado financiero de los perodólares, se rompe el equilibrio entre la economía real-productiva y la economía financiera. La consecuencia académica de tal situación es el reconocimiento y aceptación de la estanflación y con ello, el hundimiento de las teorías económicas socialdemócratas keynesianas y la vuelta de las teorías neoliberales y conservadoras clásicas. Milton Friedman es el nuevo gurú de la economía monetarista y la teoría cuantitativa y la velocidad de circulación de las monedas, los nuevos paradigmas de la Economía Política.
Es bajo la práctica de las teorias económicas neoliberales que se ha gestado la actual crisis, lo que ha movido a los gobiernos occidentales para su solución, a volver a las prácticas keynesianas. Se ha llegado a afirmar en las reuniones de los veinte que había que “refundar el capitalismo”, por volver a un control intervencionista del estado.
España, en un baile de confusión entre gobierno y oposición, no se ponen de acuerdo en las medidas a adoptar. El gobierno español, en línea con las medidas adoptadas por los gobiernos occidentales, adoptan medidas keynesianas, y el Partido Popular, no se sabe exactamente si sólo mete ruido o qué tipo de medidas propone.
Las diferencias por ejemplo entre Europa y América, se centran en esperar a ver si América comienza antes el despegue que Europa y los europeos se ahorran una serie de medidas para aprovecharse del tirón americano. Ciertamente la economía tardará años en recuperarse, puede que décadas, y todos los gastos en que incurren los gobiernos, los pagará como siempre, el pueblo llano.
Sin embargo, para nuestra desgracia, hoy día las cosas no son como hace cincuenta años. La globalización, el crecimiento de la economía, el aumento de la tecnología y productividad del trabajo, el aumento de la población mundial, y los problemas ecológicos han redimensionado el problema económico. Hay aspectos que me parece importantísimo señalar, y que son conocidos por los técnicos económicos, pero que, parece ser, no atinan en su solución.
Por una parte, la inmensa magnitud de las masas financieras procedentes de fondos de pensiones, petrodólares, hedge funds, sistema crediticio-bancario, etc., pululando por los mercados internacionales, ha hecho que hoy día, aumente la dicotomía entre la economía real y la financiera y que no estén ligadas entre sí, en razón del crecimiento inmenso de los recursos financieros a nivel mundial y por la globalización de las comunicaciones. La enorme masa financiera-especulativa ha distorsionado su relación con la economía real-productiva, sumiendo a ésta en una dependencia de consecuencias impensables. La prueba más evidente es el cambio de operativa de funcionamiento en la bolsa de valores. Antiguamente se seleccionaban los valores por su rentabilidad, es decir por los dividendos que la sociedad repartía, hoy día la rentabilidad está determinada por la capacidad de aumento especulativo de las cotizaciones. Cuando en la década de los setenta, los petrodólares comenzaron a llegar a la bolsa española que era la más pequeña de Europa, las cotizaciones se dispararon independientemente de los dividendos, dada la enorme masa de dinero que afluyó al mercado.
Mención especial merece la intención de acabar con los “paraísos fiscales”. Sin duda acabar con tales paraísos y con el secreto bancario, significaría acabar con la economía sumergida, que podríamos estimar de un treinta a un cuarenta por ciento del PIB de los países desarrollados. Esta medida todavía parece ilusoria.
Además, subsisten los problemas derivados del sistema internacional de pagos que tienen como moneda base de los intercambios internacionales al dólar, como moneda de referencia, favoreciendo descaradamente a los Estados Unidos, a pesar de los intentos de algunos países para cambiar dicho patrón por otras monedas. No olvidemos que la crisis financiera global se originó en USA, y que gracias al sistema de pagos internacional exportará parte de su inflación, y curiosamente, hará pagar parte de su déficit al resto del mundo.
Finalmente, queda por hacer referencia a los sufridores de este trágico circo. La reivindicativa e histórica clase proletaria ha desaparecido por la pérdida de conciencia de clase, motivada por encontrarse sumida en la sociedad de consumo, lo que la hace partícipe activa en el mantenimiento del actual sistema liberal capitalista y por ello partícipe del problema.
Hay una pretensión por parte de los movimientos populares y de izquierda de oponerse al modelo capitalista que ha conducido a la situación actual de paro e inseguridad laboral y social, sin embargo, no presentan planteamientos concretos de economía política de cómo resolver el problema. Las proclamas que presentan, piden la unidad de los movimientos sociales de toda Europa contra la Europa del capital y de la especulación. No son mas que palabras huecas, llenas de intenciones pero sin concreción alguna.
Visto lo que ha pasado, la conclusión es que las burbujas son inherentes al sistema en razón de la especulación brutal que se genera en el mismo. Mientras exista especulación habrá burbujas. La consecuencia más lacerante es el fariseísmo de los gobiernos y técnicos que deben saber que con las medidas que están adoptando no van a cambiar nada, dado que son medidas coyunturales y lo que hace falta son medidas de cambio estructural, y, además, la desorientación de las clases populares que se encuentran perdidas en esta encrucijada, hace que no puedan ejercer presión alguna.
La cuestión que se plantea es cómo mantener un sistema económico basado en la libertad de empresa y de iniciativa privada, y que elimine la especulación por la especulación, en el supuesto de que no se desea un régimen de economía planificada.
Bajo estos supuestos, y manteniendo las formas jurídicas de las empresas hoy vigentes en los aspectos de responsabilidad ante terceros, la única solución es la eliminación de la bolsa de valores en el sentido actual de funcionamiento. Es la manera de eliminar la especulación por la especulación. Los recursos económicos se orientarían según los principios de la economía liberal a los sectores económicos y actividades más rentables según la teoría económica del libre mercado capitalista.
Las consecuencias de este planteamiento afectan al funcionamiento de las enormes masas financieras de plusvalías (ahorros y beneficios), que al quedarse sin los mercados especulativos en los que se desarrollan, quedan dedicadas al gasto y a la inversión productiva. La organización y funcionalidad de la banca privada, de la bolsa de valores y de los mercados financieros, quedan obligados a su reestructuración. La consecuencia directa más importante sería la caída del índice de velocidad de circulación del dinero, y una disminución o transformación de la actividad económica, lo que no quiere decir paro. La reestructuración de la sociedad sería necesaria, y tal vez, los objetivos humanitarios que hoy día parecen inalcanzables, podrían ser cubiertos. De todas formas, esta solución no eliminará las crisis ni los ciclos económicos, ya que el modelo mantenido sigue siendo capitalista socialdemocrático. Simplemente desaparecerían las Burbujas tal y como las conocemos.
Una explicación de cómo funcionaría la sociedad sin la bolsa de valores sería como sigue.
Un empresario capitalista crea su empresa dedicada a lo que considere más oportuno, sin menoscabo de la iniciativa privada, con sus recursos financieros y contratando al personal que necesite, sujeto a las leyes laborales vigentes. Cualquier inversor que quiera invertir su capital en una empresa, lo hará porque la empresa es rentable, porque es interesante económicamente, buscará el dividendo de su participación económica, pero no podrá invertir buscando la especulación financiera de su participación en el capital. Este planteamiento obliga a que el inversor adquiera directamente de las empresas sus acciones, y si quiere deshacerse de ellas igualmente deberá cederlas a la propia sociedad. La inmediata consecuencia es la eliminación de la bolsa de valores tal como se entiende hoy día, pasaría a ser una gestoría u oficina administrativa que ayudara a relacionar al inversor con las empresas, o bien desaparecería. Además, este modelo de funcionamiento exige que para entrar a formar parte de una empresa sea necesario que la propia empresa lo quiera, e igualmente cuando un accionista quiera dejar de formar parte de la misma, ya que la empresa deberá asumir las acciones del accionista vendedor. Si en los procesos de compraventa de acciones hay diferencias en las valoraciones, éstas quedan en el interior de la empresa. No puede darse el proceso especulativo como hoy día. Consecuentemente se debe regular la creación de autocarteras de valores en las empresas para evitar situaciones anómalas de poder y control, debiéndose asociar los títulos a personas físicas o jurídicas o bien proceder a una reducción del capital social.
Con un planteamiento como el indicado se daría el caso de que los detentadores de acciones de los bancos, títulos hipotecarios, etc., seguirían siendo propietarios de los mismos, siendo responsables de sus beneficios y de sus pérdidas, sin que el gobierno tuviera que acudir en defensa de sus intereses. Con este planteamiento, las espaldas de los propietarios de la banca que originó la crisis, aguantarían su palo ya que el dinero público no iría a resolver sus intereses puramente especulativos
Naturalmente, un propietario podrá vender su empresa a una persona física o jurídica directamente pero no a través de los especulativos procedimientos bursátiles.
Tema diferente es el de los depositantes en bancos y garantizar su liquidez. En caso de quiebra de una institución bancaria entraríamos en su caso, en aspectos de nacionalización de la institución, sin compensación a los propietarios del banco.
La titularidad pública o privada de las infraestructuras de las redes de comunicación y de transferencia de energía sería otro aspecto que habría que analizar.
Considero que el presente planteamiento responde a una filosofía socialdemócrata que posibilitaría un cambio en el funcionamiento de la sociedad, permitiendo un mejor funcionamiento de los principios y reglas teóricos de la formación de precios en los supuestos marginalistas y keynesianos.
El desaforado incremento de las masas financieras incontroladas y desproporcionadas respecto del volumen de la economía real-productiva y la distorsión de los mercados, hacen que la economía real haya quedado relegada a un segundo término, por ello, la economía keynesiana se ha convertido en un recuerdo. Tratándose de una crisis global lógicamente, las medidas deberían ser globales. Todos los países deberían adoptar las mismas posturas antiespeculativas, resolviendo el problema conjuntamente, como dicen pretender en las reuniones internacionales que mantienen los gobernantes.
De todas formas, la historia nos enseña que los cambios estructurales en la sociedad no se realizan por consenso intelectual en contra de los intereses gobernantes. No hay que caer en la inocencia de pensar que porque una idea pueda ser buena, vaya a implantarse contra los intereses creados de la sociedad por razones meramente intelectuales, pero tampoco hay que aceptar, sin posturas críticas, los disparates que en nuestro nombre y para nuestro bien se cometen impunemente.

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